lunes, 13 de junio de 2016

La Contemplación del Cosmos

Cuando comienzas a cuestionar los pilares cosmogónicos infundidos sin consentimiento en tu niñez, rompes las ataduras de la ignorancia para emprender un vuelo en los misterios de la ciencia. Es en ese momento cuando el dogma se va quedando sin fundamento para soportar las teorías que en el pasado le dieron cuerpo. Todo empieza a tener sentido y la lógica da sus primeros pasos en el arte de discernir los aspectos fundamentales del universo que nos rodea. Observas la belleza en los detalles más simples del cosmos y te das cuenta de lo pequeño que puedes llegar a ser en su escala. Todo tiene una función establecida en el universo, pero no gira en torno a nosotros o a un gremio social o religioso privilegiado.

Luego de unas cuantas observaciones de cielo profundo nos percatamos que nuestro entorno es una réplica a escala del macrocosmos. Es el principio de correspondencia de la antigua filosofía hermética. Las estrellas cumplen un ciclo de vida similar al nuestro: nacen, crecen y mueren; pero ¿es la muerte realmente el final? Ciertamente y debido a la gran escala del ciclo de las estrellas, difícilmente se podría decir que llegan a su final. Es claramente observable en el cielo profundo el ciclo de vida de una estrella mediana como el Sol, desde su origen en las nebulosas, pasando por sus primeras agrupaciones en cúmulos estelares, para que luego de su colapso culmine transformándose en una enana blanca (proceso que dura algo más de unos 10.000 millones de años). Es casi imposible determinar cuál sería la etapa siguiente a una enana blanca y en cuanto tiempo esta se produciría. Lo que sí se puede establecer es que el universo está en un constante movimiento y en un cambio de vibración eterno, de forma tal que el fin de una etapa es solo el comienzo de otra.

Al analizar el cielo profundo se puede ver como todo esto toma forma. Muchas veces no es necesario contar con equipos de gran capacidad como mucha gente cree. Basta con una observación a simple vista, unos binoculares o un telescopio mediano para poder percibir las marcadas fases básicas de la vida del cosmos. Como punto de partida podemos iniciar con la contemplación de las nebulosas, grandes fuentes de generación de vida, las cuales, más que su belleza, son la continua semilla en germinación de la creación de estrellas. La nebulosa de la Laguna, ubicada en la constelación de Sagitario, representa un ejemplo claro y fácil de observar con unos binoculares estándares.

Posterior a esto se puede continuar con la observación de cúmulos abiertos como las Pléyades, las cuales se encuentran compuestas por un conjunto de estrellas jóvenes que compartieron en su momento un mismo origen cósmico en el colapso del polvo molecular de una nebulosa. Su flujo y reflujo energético son un claro ejemplo de la transmutación energética del universo, la cual sigue conservando la armonía de un ritmo compensado pero en otro nivel de vibración. Para observarlas, no es necesario el uso de equipos astronómicos y a simple vista se logra disfrutar de su compañía en un cielo oscuro.

Las etapas anteriores dan como resultante la generación de estrellas en todos sus estados, las cuales en su gran mayoría tienden a converger en una etapa similar: una enana blanca. Durante una observación de cielo profundo es fácil diferenciar la mayoría de las etapas descritas, hasta el punto de encontrar estrellas algo más maduras en relación a las demás (gigantes rojas). Cuando se hace este tipo de observaciones, adicional al espectáculo luminoso que las estrellas nos presentan, suelen surgir gran cantidad de preguntas, las cuales abarcan tanto el campo científico como el filosófico. Cada cual debe sacar sus propias conclusiones al respecto y entender que muchas de las preguntas aun no tienen respuestas. Es interesante ver como las teorías antropocéntricas y geocéntricas simplificaban respuestas que la tecnología más sencilla del día de hoy las deja como obsoletas.


No es la verdad quien nos hace libre, es la búsqueda de ella la que nos ilumina como faro en los océanos de la ignorancia.

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